En 2010, el equipo del Louvre decidió estudiar el movimiento de sus visitantes a través de tecnología Bluetooth para evitar el «efecto Mona Lisa«: la congestión de turistas en determinadas zonas del museo. El diseño de exposiciones se ha apoyado tradicionalmente en estadísticas de visita que tienen en cuenta las características sociales del público, el tiempo de recorrido, el número de obras, el volumen de público y el tamaño del espacio expositivo, entre otras variables. Hoy, la popularización de los smartphones nos permite ampliar esta información.
Algunas audioguías nos ofrecían la posibilidad de conocer el número de idiomas seleccionados, el tiempo de audición de cada contenido y el número de usos de estos aparatos. Con las aplicaciones móviles podemos saber, además, el área geográfica desde el que se realizó la descarga, la edad del usuario, los recursos accesibles que precisa, el dispositivo móvil que utiliza, etc. Estos y otros datos son recogidos automáticamente por la app, a partir de la configuración elegida por cada visitante. A través de gestores de contenidos como Ventour, el museo tiene plena autonomía para visualizar online las estadísticas o descargarlas en formatos abiertos para realizar estudios adicionales.
La diferencia entre el porcentaje de demanda de audioguías (12,3% en los museos del Ministerio de Cultura) y el porcentaje de uso general de smartphones en España (más del 66%) pone de manifiesto la oportunidad que ahora se presenta para los estudios de visitante. El éxito y validación de estas investigaciones dependerá del número de descargas de las apps-visita, y estas, a su vez, de su utilidad real y de la estrategia de promoción del museo.
Pero las dos grandes novedades que aportan las apps a la hora de conocer a nuestros visitantes son, sin duda, la posibilidad de incorporar al estudio los datos de pago de contenidos y los derivados de la conexión con redes sociales. Con los primeros podremos evaluar la experiencia del visitante y testar y optimizar las fórmulas de generación de ingresos que estemos aplicando. Por su parte, con la integración de funciones sociales (compartir, favoritos, etc.), podremos analizar el impacto de la visita en general o de un contenido concreto de forma más certera.
Estas nuevas opciones requieren departamentos de comunicación y educación más dotados y capacitados, capaces de conectar cada una de las patas de su estrategia digital. Cabe recordar, por último, que estos estudios pierden utilidad si el museo no tiene la capacidad de remodelar su espacio museográfico con relativa agilidad, con el fin de poner a prueba las conclusiones de su análisis.
Imagen de Amir Baradaran